Arturo, el último oso polar de Argentina, falleció el domingo en el cuestionadozoológico de Mendoza, a miles de kilómetros de su hábitat natural, el Ártico. Estaba a punto de cumplir 31 años, considerada una edad avanzada para su especie, y desde hacía cuatro vivía en la más absoluta soledad: su compañera, Pelusa, murió en 2012. Los medios lo bautizaron entonces como "el animal más triste del mundo" y las organizaciones ecologistas juntaron más de 400.000 firmas para trasladarlo a una reserva natural canadiense, pero el movimiento fue frenado por su precario estado de salud. El deceso de Arturo, ocurrido por un cuadro terminal, ha reabierto la polémica por las malas condiciones del zoológico, en el que han muerto más de 70 animales en lo que va de año y que está cerrado al público desde el pasado mayo.
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